Durante la adolescencia todos nos hemos enfrentado a frecuentes invitaciones a una “adultez” precoz. Las inocentes salidas al parque se convierten para muchos jóvenes de 13 y 14 años (si no más jóvenes) en botellones y en primeras experiencias con sustancias y alcohol. Quizá el arraigado pensamiento de que el alcohol es para mayores, hace impulsar a los que siguen en el colegio a la imitación, mediante prácticas que nunca son positivas para nadie.
Y así, Dani, de 13 años, llegó a su primer botellón. Ese día, pidió llegar a casa a las 23:00; y sus padres le dejaron. No le gustó su primer trago de whisky con Cocacola, pero se terminó el cubata y luego otros más. Rió, disfrutó y después perdió el equilibrio y cayó al suelo. Todos sus amigos jalearon aquella primera experiencia que, días después en clase, solo sueña con repetir.
Tras varias semanas repitiendo la conducta, vinieron los primeros suspensos y sonó la primera alarma en casa. Sus amigos seguían proponíendole el mismo plan. Pero Dani, que ahora estaba castigado, no pudo ir y se conformaba con escuchar a sus amigos fardar de los planes que habían realizado durante el fin de semana. Además, tenía que aguantar que sus padres sí consumiesen alcohol. No comprendía por qué ellos si podían y él no.
Según el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad el 76,9% de los jóvenes entre 14 y 18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,6% lo ha hecho diariamente el último mes. Durante los últimos 30 días, el 21,8% se ha emborrachado y el 31,7% ha bebido cinco o más copas, vasos o cañas de alcohol en un tiempo aproximado de 2 horas (binge drinking o consumo en atracón). Estos datos aunque no parezcan preocupantes, resultan alarmantes.
En nuestro país, la población entre 14 y 18 años es de aproximadamente de 2.500.000 adolescentes, censo del 2021. De esos dos millones y medio de adolescentes, los datos indican que más de dos millones ha probado el alcohol.
El alcohol presiona a los adolescentes a sentir apego a un estilo de vida que está aceptado por todos nosotros. Cada día, son más jóvenes como Dani los que sienten la presión no solo de amigos, sino incluso de diferentes círculos cercanos donde el alcohol está normalizado a partir de ciertas edades por debajo de la legalidad.
Este problema afecta a una sociedad donde se acepta una enfermedad con normalidad, lo que conlleva, en ocasiones, a un mayor fracaso escolar, desinterés por actividades o aficiones e incluso baja autoestima y actitud negativa hacia uno mismo.
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